24 diciembre 2024
Volviendo al origen de la Navidad
Mons. Ignacio Ducasse Medina, Arzobispo de Antofagasta, Gran Canciller UCN La cultura ambiental y el ajetreo de estos días pueden hacernos perder el sentido de lo que significa la celebración de la Navidad. En esta fecha tan especial celebramos el nacimiento de Jesús en la ciudad de Belén y, gracias a este acontecimiento, la fe […]
Columna de
Mons. Ignacio Ducasse Medina
Mons. Ignacio Ducasse Medina, Arzobispo de Antofagasta, Gran Canciller UCN
La cultura ambiental y el ajetreo de estos días pueden hacernos perder el sentido de lo que significa la celebración de la Navidad. En esta fecha tan especial celebramos el nacimiento de Jesús en la ciudad de Belén y, gracias a este acontecimiento, la fe cristiana se hace histórica y positiva.
San Lucas nos presenta el relato del nacimiento de Jesús en el cual los mensajeros privilegiados son los ángeles, cuya sola mención subraya la intervención de Dios en la historia humana. En el mensaje sobresalen dos notas: la alegría y la salvación.
La alegría la podemos entender como el don positivo que viene a desterrar la actitud negativa del ser humano. El Dios que se hace cercano en Jesús suscita la alegre confianza de los hijos.
La salvación anhelada desde siempre por su pueblo ha dejado de ser un recuerdo y una nostalgia para convertirse en presencia. Si el antiguo pueblo fue salvado de Egipto por la mano de Moisés, entonces “todo el pueblo” alcanzará ahora la salvación definitiva por la fe en Jesucristo.
Por otra parte, en el canto de los ángeles podemos vislumbrar la actitud religiosa que tiene una doble mirada: una al cielo y otra a la tierra.
“Gloria a Dios en los cielos”. Los salmos encontraban el resplandor de la gloria de Dios en los cielos, en el rayo, en la tormenta. De ahora en adelante, la gloria de Dios se entrega y se condensa en Jesús y en todos aquellos que lo aceptan como Mesías.
“Y en la tierra paz a los hombres que Dios ama”. La paz era el resumen de los bienes mesiánicos. En esos tiempos, los profetas anunciaban un tiempo en que las espadas se convertirán en arados y las lanzas en podaderas. De ahora en adelante, la paz brotará como el don más preciado del amor inimaginable de Dios.
Con todo, la gloria y la paz son dones de lo alto, que hay que desear, pedir y agradecer, pero que también habrán de convertirse en tarea y compromiso humanos. Esto nos obliga a cada uno de nosotros a poner todos los medios que estén a nuestro alcance y que sean eficaces para lograr esa paz tan anhelada y necesaria hoy día en nuestra sociedad mundial, nacional, regional y comunal.
Volvamos al origen de esta fiesta y celebremos en consecuencia.